Lo humano y lo divino, unidos a través de Enríquez de Valderrábano y Francesco da Milano.
Considerado el más enigmático y esotérico de los vihuelistas, Enríquez de Valderrábano, fue uno de los más innovadores y originales. Toda espiritualidad de la época viene resumida en este prologo magistral con el que Valderrábano abre luminosamente las páginas del libro. Entrevisto con claridad el misterio de la creación que en un mismo concepto metafísico une la vibración universal con la música y la fe, lleva su arte en cuerpo y alma hacia la cumbre de su ideal. “Incluidos los músicos en la lógica, las matemáticas, la preceptiva literaria y en las bellas artes y en todos los aspectos de humanidades, acrecentaban la satisfacción de si propios y de su arte, y así venían a coincidir todas las teorías de los números y al concierto musical de las esferas que los hombres no podemos oír con los sentidos corporales, por estar envueltos y sumergidos en as impurezas de la carne”.
Sale a la luz su libro “Silva de sirenas” (1547), luego de un largo trabajo por más de doce años, considerado como una elevada cumbre, todas las composiciones de Valderrábano, están saturadas de exquisita sensibilidad. En ellas va reflejando, a pesar de las exigencias de la forma y del rigor contrapuntístico, todo el sentir del alma castellana y un presentimiento de esa liberación de formas que había que dar al sentido lirico del Romanticismo su amplia expansión.
En 1536 el libro más importante en Italia es el de Francesco da Milano (1497-1543), y sin embargo no se da en él el amplio ámbito que alcanza Valderrábano en sus fugas, motetes, romances, proverbios, sonetos, villancicos, diferencias y discantes. Antes que Matelart, Borrono y Terzi, incluye en su libro obras para dos vihuelas en distintas afinaciones y distribuye las notas del modo más seguro para lograrlas fácilmente con la expresión debida.
Primordial interés étnico, artístico e histórico en la música es el aporte de los laudistas a la suite instrumental por efectos de la sucesión de ritmos y movimientos diferentes en danzas, como la Baxa y la Pavana, que dan origen a la Suite. Del mismo modo, los “Conde Claros” y “Guárdame las vacas” son materia dúctil a todos los vihuelistas para someterlos a distintos desarrollos en fantasías y diferencias que conducen de otro modo a un mismo resultado.
Si aquí debemos acércanos a “lo divino”, bien es hablar del gran Francesco da Milano, quien fue conocido como “Il divino”, la divinidad implica la procedencia de otro mundo, alguna fuerza o inspiración que habla directamente al alma y la eleva para llegar a lo no acostumbrado en la vida diaria. La interpretación de Francesco fue fascinante para sus oyentes, “al tocar el laúd, no solo fue excelente, sino insuperable…no había nadie que pudiera igualarlo y será muy difícil encontrar a alguien igual en el futuro, ninguno era igual en tocar el laúd cuando se trataba de usar la dulzura con infinitas gracias, y tan arrebatar armonioso, dejando a sus oyentes en un estado de éxtasis de algún tipo de frenesí divino”. Fue laudista de tres Papas, León X, Clemente V, y Pablo III, para aquellos que lo escucharon, Francesco fue un comunicador de excepción, que cautivaba a su público, tuvo una prolífera carrera, tanto como interprete como compositor, obras que van desde improvisaciones, hasta obras maestras altamente estructuradas, fantasías y ricercari, cuyos nombres se usan indistintamente, siendo este último algo más arcaico, con intabulaciones de obras vocales muy populares de la época.
Lamentablemente no logramos dimensionar ni alcanzar a disfrutar de toda la obra e influencia de Francesco en la historia de la música, ya que la temprana perdida de él, falleció a los 43 años, nos coloca a los laudistas contemporáneos en una posta que con mucha responsabilidad, nos toca continuar con su legado.
Claudio Hernández B.
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