Aula Magna
Centro de Extensión UC
Alameda 390, Santiago
Entrada liberada
Programa
Jean-Féry Rebel (1666-1747)
Simphonie Nouvelle Les Éléments (1737)
Le Chaos - Loure
Chaconne
Ramage
Le Rossignol
Loure
1er. Tambourin
2e. Tambourin
Sicilliene
Caprice
Antonio Vivaldi (1678-1741)
Concerto L’estate (El verano), Op. 8/2, RV315
Allegro non molto
Adagio e piano
Presto e forte
Presto
Georg Philipp Telemann (1681-1767)
Ouverture Hamburger Ebb’ und Flut. Wassermusik (Música del agua) TWV 55:C3
Ouverture
Sarabande. Die schlaffende Thetis
Bourrée. Die erwachende Thetis
Loure. Der verliebte Neptunus
Gavotte. Die verliebte Amphitrite
Harlequinade. Der Scherzende Tritonus
Der stürmende Aelus
Menuet. Der angenehme Zephir
Gigue. Ebbe und Flut
Canarie. Die lustigen Bots Leute
Intérpretes
Sergio Candia, flauta y dirección
Manfredo Zimmermann, flauta traversa
Juan Fundas y Diego Villela, oboes barrocos
Gonzalo Beltrán y David Núñez, violín
Oriana Silva, viola
Gina Allende y Florencia Bardavid, viola da gamba
Gabriela Olivares y Sebastián Mercado, violonchelo
Santiago Espinoza, contrabajo
Camilo Brandi, clavecín
Eduardo Figueroa, tiorba y guitarra barroca
Notas al programa
Para la Francia e Italia del siglo XVIII, en plena era de enciclopedismos y debates ‘iluminados’, una de las preguntas más importantes desde la filosofía era por el estatus de la música: ¿era la música un lenguaje “natural”, que acompañaba al ser humano desde sus orígenes o era más bien un lenguaje artificioso, construido a imitación de otras estructuras? Esta dicotomía es central en el programa de este concierto: ¿es capaz la música de imitar la naturaleza o es más bien parte y extensión de ella? Es desde allí que compositores como Rebel, Vivaldi o Telemann intentan hacer proposiciones, en las que la música imita, aclara y presenta, pero también dialoga, discute y transforma. No escuchamos, quizás, la naturaleza, sino que sus reflejos siempre cambiantes.
Jean-Féry Rebel nos presenta esta dicotomía con fuerza al iniciarse su célebre Les Élémens, hoy interpretada como música instrumental, pero concebida originalmente como ballet. Rebel era violinista, miembro de la Academia Real de Música en París y de los famosos 24 violines del Rey, además de ser compositor de cámara de Louis XIV, una figura clave en la música de la corte francesa de comienzos del siglo XVIII. Su originalidad, ya celebrada entonces, se hizo presente con cada uno de sus ballets. Les Élémens es una obra tardía, de 1737, que comienza de modo explosivo con la descripción del caos (más de medio siglo antes de que Haydn lo intentara), para luego adentrarnos en terrenos más familiares de la danza francesa de aquel periodo.
Vivaldi publicó en 1725 su más célebre conjunto de obras, Il cimento dell’arminia e dell’inventione, la lucha entre la armonía y la invención, doce conciertos para violín escritos durante más de dos años en Mantua, donde servía de maestro de capilla tras años en Venecia. El hecho de que los primeros cuatro conciertos describan las estaciones del año parece un excelente ejemplo del marco señalado antes: no sabemos, a ratos, si escuchamos tormentas representadas en realidad, o más bien que la sonoridad de la tormenta parece ser una con aquella de la música, como si la naturaleza misma es la que hiciera la música. Dada la fama de este concierto, cuesta hoy imaginar la novedad de su descripción, de un naturalismo exorbitante.
Es posible contrastarla, por ejemplo, con una realización algo más tradicional del tema “naturaleza” por parte de Telemann en su Wassermusik, una suite orquestal escrita para el centenario del Almirantazgo de Hamburgo, de su lugar central en la comunicación de ríos y mares en el norte de Europa. Telemann decide representar el agua con cierto naturalismo en la primera pieza, pero luego prefiere centrarse en la representación de diversos dioses mitológicos asociados al flujo del mar, desde ninfas hasta Neptuno. Quizás las mejores descripciones se encuentren al final: en el penúltimo movimiento el “ebb’ un fluth” del título, el movimiento del río, se expresa con todo su peso acuático entre cuerdas y vientos, mientras que el final nos lleva al mar abierto (a las Canarias nada menos, en los límites de la definición de Europa) para describir a los felices marinos del puerto.
José Manuel Izquierdo
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