Ciclo de Teclados IMUC: Verónica Sierralta interpreta obras de Händel y Haydn en el clavecín

Sábado 28 de julio, 18:00 horas
Salón de Honor, Casa Central UC
Alameda 340, Santiago
Entrada Liberada


Programa
Georg Friedrich Händel (1685-1759)
Suite no. 7 en sol menor
Ouverture Largo
Andante
Allegro
Sarabande
Gigue
Passacaille (Allegro)

Suite no. 3 en re menor
Prelude
Fuga (Allegro)
Allemande
Courante
Air (Adagio)

Franz Joseph Haydn ( 1732-1809 )

Sonatas “Per il clavicembalo del signore Giuseppe Haydn”
Sonata en si menor Hob.XVI / 32 (1776)
Allegro
Menuet-trio
Finale (Presto)

Sonata en re mayor Hob. XVI/ 37
Allegro con Brio
Largo e sostenuto
Presto ma non troppo (inocentemente)


Sonata 3za. de “Sei Sonate per cembalo di me Giuseppe Haydn”
Sonata en fa mayor (1773) Hob. XVI/23
Moderato
Adagio
Finale (presto)

Notas al programa

En 1711, un pequeño artículo veneciano presentó una inesperada innovación técnica al público musical de la época: un nuevo mecanismo, diseñado por Bartolomeo Cristofori, permitía transformar al clavecín en un instrumento muchísimo más robusto, con un alto contraste entre sonidos fuertes y suaves. Con los años, el instrumento sería conocido como Fortepiano (o simplemente Piano), pero por más de un siglo el piano no logró del todo usurpar el lugar de los antiguos instrumentos de teclado. El clavecín, en sus infinitas variantes regionales y sonidos adaptados por siglos en toda Europa, aún reinaba en salas de concierto, mientras su silencioso pariente cercano el clavicordio hacía las veces en la vida privada de músicos y aficionados. El siglo XIX, recién, será realmente el siglo del piano.

Ese mismo año George Frideric Handel se encontraba en Londres, recién arribado como maestro de capilla de George, elector de Hanover (tres años más tarde coronado George I de Inglaterra), y estrenando la primera ópera italiana para los teatros ingleses: Rinaldo. Su instrumento predilecto era el clavicordio, secundado por el pequeño órgano de flautado de madera inglés, pero su obra para teclado fue incuestionablemente escrita para poder ser interpretada en cualquier instrumento de tecla, un mercado amplio de especialistas y admiradores de toda clase. Publicadas en 1720, las ocho primeras Suite de pièce mezclan con total facilidad -y gran soltura formal- melodías italianas, ritmos de danza francesas y un cierto aire marcial inglés que instalan a Handel como el gran maestro del cosmopolitismo musical de su tiempo.

Para muchos auditores Haydn podría sentirse como un autor muchísimo más ligado al piano que Handel, ya que era mucho más joven y miembro de una escuela vienesa profundamente ligada a constructores de fortepianos. Sin embargo, como Tom Beghin ha recientemente explorado, la obra de Haydn está ligada a mucho más que una escuela de instrumentos, sino que a dos elementos específicos: el teclado en que compuso la obra y sus particularidades técnicas, además de un esfuerzo por hacer luego de la obra un ejercicio mucho más comercial y funcional a un amplio campo de instrumentos. Las tres sonatas de este programa, que abarcan un periodo de siete años, incluyen justamente algunas innovaciones que podrían asociarse al nuevo fortepiano (como es el movimiento lento de la Sonata Hob.XVI de 1780), pero que funcionan igualmente bien en el clavecín, lo que se observa particularmente en los ágiles finales que, como siempre con Haydn, son verdaderas fiestas de humor y gracia.

José Manuel Izquierdo

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